Vivía perdida entre recuerdos, sumida en las dudas, ahogada por los sueños que nunca encontré; cuando sus brazos desenterraron las raíces que tanto se habían aferrado al letargo que había consumido mis entrañas y mi consciencia durante tantos años.
Su voz y las palabras bailaron con mis pies entumecidos al son del silencio de la noche. Y sus ojos quisieron no dejar de buscar los míos, que ansiaban que nunca los abandonaran otra vez.
Respirando sus sonrisas, saboreando los nuevos colores del aire tras su aliento, la vida comenzó a tomar directivas desconocidas al Sol, a la Luna; al corazón, a la vida.
Porque sin ti, la vida no era vida, el aire era opaco y los sueños marchitos.
Ana.